Arena Arquitectura

1.- Érase una vez… la arquitectura
2.- Pensando con las manos. Recién salido del horno
3.- Carta a los habitantes
4.- Antes de diseñar… reflexionar
5.- Ejemplos de proyectos
6.- Entrevista

1.- ÉRASE UNA VEZ… LA ARQUITECTURA

Fueron aquellos dorados años en los que mi amigo y socio Miguel Ángel y yo, cuál hilanderas, tejíamos y tejíamos, en silencio, dando el punto correspondiente a tal plano, tal memoria, tal cálculo o tal reunión y supervisión, allá en aquel despachito menudo donde entraba todas las mañanas la luz del sol por sus amplios ventanales.

En aquel lugar que abrimos, como si fuera un pequeño comercio en altura, pasaron muchas cosas.
La primera fue la inocencia, el ímpetu, la confianza y el tesón por montar juntos un negocio.

La más importante, la cantidad de entrañables personas que acogimos allí por unas y otras vicisitudes profesionales y personales. A veces parecía aquello la ONU.

Llegamos a vivir cinco personas, un perro, tres peces, dos potos y la labor profesional diaria del despacho.

Lo conseguimos. Encontramos un amplio piso que nos sirvió de vivienda y de despacho. Y así comenzó una aventura inolvidable que durase una década.

Cómo yo decía más de una vez, “¡Arena Arquitectura! Algo más que un despacho”. La sala polivalente desde la que arrancaba la casa acogería durante años jóvenes arquitectos en prácticas y diferentes nacionalidades. No sabría entonces como diferenciar quienes eran los amigos y quienes los colaboradores. Si algo caracterizó aquella experiencia profesional es que todo se movía desde el corazón, desde la honestidad, desde lo humano. Era, sinceramente, una experiencia del vivir auténtica. Nunca padecimos especialmente por cuestiones de competencia frente a otros compañeros del gremio, apenas conocimos el estrés. Podríamos decir casi que no teníamos pesados horarios a los que rendir pleitesía. Simplemente sabíamos que había que redactar y levantar los proyectos. Y una cosa detrás de otra, hecha con el cuidado y atención que se merecía acababa dándole feliz término a cada trabajo. El dinero llegaría después como consecuencia y celebración del trabajo. No vivíamos pensando en el dinero y en producir y producir sino en disfrutar de nuestro trabajo. Lo cual no quiere decir que cada vez que cobrásemos no fuese una alegría. Aunque no sé si más que cada vez que llegaba uno de nosotros anunciando un nuevo encargo, que como por arte de magia iba relevando al anterior cada mes. Y así hasta que llegó la crisis del ladrillo.

¡Cuánto disfrutamos concibiendo arquitectura sobre el papel, acompañándola mientras se erigía, tratando con nuestros clientes! Y también algunos que otros sustos, por qué no decirlo. Pero llevados en compañía era otra cosa.

Como por arte de magia, a partir del año 1999 empezaron a desfilar por nuestro despachito situado en la octava planta de algún lugar de Valencia, unas y otras parejas y buena gente de un barrio mancomunado, en la periferia de nuestra ciudad. Luego se sumaron otros municipios. Desde Valencia hasta Castellón, Alicante y Murcia recibíamos encargos.

Recuerdo las reuniones con los clientes sobre la redonda mesa de cristal o en el salón de sus propias casas. De igual a igual. Nadie estaba por encima de nadie. Una relación horizontal. Una de nuestras máximas era “escuchar metódicamente” a cada uno de nuestros clientes hasta que el diseño que le ofreciéramos fuese de su satisfacción. Como una especie de médico de cabecera de la vivienda. El arquitecto, como un compañero de viaje. Lo técnico, lo psicológico y lo estético se daban la mano. En ese sentido el resultado arquitectónico siempre era un producto integral, como un “matrimonio arquitectónico entre los habitantes y los arquitectos”. Recuerdo las caras de agradecimiento. También recuerdo haber visto sufrir a algunos de ellos. Construirse una casa y tratar con ayuntamientos sobre todo, era todo un reto. Pero las casas se acababan y entraban a vivir. 

Recuerdo, sobre todo, y más que disfrutar diseñando arquitectura, el sentir la satisfacción de dar un servicio a la gente. Hacíamos trajes a medida con cada proyecto. El hilar mil y unas variables, geometrías, normativas, requerimientos, necesidades, tiempos, espacios, economía, estructuras… Hilarlo todo y hacerlo confluir en una sola cosa (o casa) y poder decir ¡Funciona! ¡Se habita! ¡Mis clientes ya tienen su casa! Para mí el oficio de arquitecto, más allá de ser artístico (o pretenderlo cuando podías), era un servicio humano. Por esa razón no sufrí demasiada frustración por cuestiones estéticas. La propia energía de cada proyecto te arrastraba al lugar que le correspondía. Estaba sobre todo sirviendo a mis clientes. Y eso no quitó el que pudiésemos levantar unos cuántos diseños muy, muy especiales, de los que me siento muy orgulloso.

Construimos un número muy amplio de viviendas entre medianeras, chalets, edificios plurifamiliares. Disfrutábamos con el proyecto pequeño, donde podíamos tratar nosotros solos todos los aspectos de la arquitectura. Lo cuál era altamente positivo para no perder la visión global del trabajo. Al ser un equipo pequeño no teníamos problemas de comunicación y el trabajo fluía ágilmente. Y al ser todos los colaboradores arquitectos, la calidad en los diseños se notaba. Rehabilitamos, elevamos, hicimos cirugía pura en edificios antiguos. Diseñamos hasta un bio-hotel con criterios de bioconstrucción. Viviendas ecológicas hubo muchas. En colaboración también con el arquitecto Javier Segarra. Disfrutamos calculando, delineando, escribiendo, midiendo, supervisando, dialogando. Nuestra relación con los constructores era muy, muy cercana. Nunca imponíamos, sino que consensuábamos con ellos. Estábamos allí pisando forjados y terrenos excavados, tratando las mil teclas de la construcción, respirando el mismo aire, bajo el mismo sol, tomando decisiones a pie de obra y conectando todo eso con el mundo más intelectual de los documentos jurídicos y los planos.
Ser arquitecto era como ser una especie de director de orquesta y a la vez uno, dos o tres instrumentistas al mismo tiempo. Cada línea dibujada sobre el papel tenía la trascendencia de la realidad. No era un mero dibujo para deleite estético. Era el mapa, el reflejo de una realidad de gran responsabilidad. Pero aquello no nos amedrentaba. A mí me hacía sentir útil, humildemente poderoso, un entregado couching de mis clientes y el soberano profesional a la misma vez. Transitando entre el amable espacio doméstico de nuestro despacho y el mundo que se expandía cada vez que tomábamos el coche para ir a dirección de obra o reunirnos con alguno de los múltiples personajes que poblaban aquel sector inmobiliario, se iba componiendo nuestra rutina. Una rutina amable, pacífica. Poder acostarme todas las noches con la consciencia tranquila era para mí el mejor regalo que podría hacerme la vida. Y decir esto en una profesión de altos riesgos ya es decir.
Los años que siguieron a 2008 fueron duros. Mantuve el contacto con las obras que se iban acabando y algunas nuevas que todavía llamaron a la puerta hasta que puse mi última firma.

Hoy recuerdo esa etapa, como una intensa etapa del vivir. Muy real. Siempre dije que la profesión de arquitecto te conectaba inexorablemente con la realidad de una manera que no te podías esconder. Te ofrecía una experiencia de la vida sincera, directa, sin rodeos, sin escrúpulos. Una mecánica de consecuencias, de hechos palpables, de múltiples personas interaccionando entre ellas. Y ¿cómo no?  Arrojando al mundo unos hijos de los que difícilmente te podrías separar. Los proyectos arquitectónicos de un arquitecto son para toda la vida. Temiendo por que no lleguen nunca esas grietas, ni goteras, ni nada peor. Pero, en fin. Ahí siguen nuestras obras. Fuertes e impasibles antes el viento. Dando abrigo a multitud de historias, de familias, de emociones, de recuerdos.

El arquitecto es casi como un sacerdote consagrado, que aunque deje los hábitos, siempre seguirá siendo y sintiendo como arquitecto.

Por eso, tras aquella etapa, nuevos mundos se abrieron en mi mente de arquitecto. En otras escalas. Desde las más pequeñas hasta las más colosales, la escala global del planeta entero.

Me siento profundamente privilegiado y agradecido porque esta vida me formara y constituyera como arquitecto.

Porque a fin de cuentas. ¿Qué no es arquitectura?


2.- PENSANDO CON LAS MANOS. RECIÉN SALIDO DEL HORNO
(Ejemplos de bocetos previos a cada proyecto y ejemplos de planos delineados)

















3.- CARTA A LOS HABITANTES 


• ¿Por qué el diseño de un arquitecto es tan importante?
• ¿Por qué puede conseguir más resultados con menos inversión de recursos?
• Técnico y psicólogo
• ¿Cómo se puede conseguir mayor espacio en una casa más pequeña?
• ¿Cómo puede ser una casa más confortable siendo más económica?
• Lenguaje e imagen
• ¿Cómo puede llegar a ser una casa?
• Sana para los habitantes, sana para la Tierra
• Desglose de gastos para construirse un chalet (vivienda unifamiliar aislada)

¿Por qué el diseño de un arquitecto es tan importante?


Porque el diseño de un arquitecto es el tipo de trabajo intelectual capaz de “integrar” todos los aspectos que entran en juego en la elaboración del proyecto de una vivienda. Y porque estos aspectos son más de los que se cuentan a simple vista.

¿Por qué puede conseguir más resultados con menos inversión de recursos?


Porque el “trabajo intelectual”, lo que llamamos un diseño más atento y atendido, puede llegar incluso a reducir las necesidades “materiales”, integrando aspectos o necesidades que concebíamos separados.

Porque a veces una sola cosa puede servir a varias funciones que comúnmente se resolvían con varias cosas. Porque eso, en la construcción, que es algo que se proyecta y diseña siempre nuevo y diferente, es posible.

Y porque el “trabajo intelectual” es el tipo de trabajo que consume menos energía y puede suplir excedentes recursos (que no son totalmente necesarios) para finalmente animarse a construir la propia casa con los imprescindibles.

Técnico y psicólogo


El arquitecto de hoy se concibe más como un “integrador”, un médico de familia o un sastre a la medida.

Lo cual lleva, a un análisis más profundo de la realidad de su cliente y la sociedad que lo rodea.

El arquitecto pregunta a su cliente sobre sus sueños, aspiraciones, necesidades en el hogar y por la necesidad de sus necesidades o sus no necesidades, lo que trae finalmente resultados reveladores para el nuevo habitante, un proyecto “real” en términos de posibilidades y necesidades.

Averigua, incluso, si necesita una reforma/ampliación en vez de una casa nueva o unos retoques en vez de una reforma.

El arquitecto se convierte en el compañero del cliente en la aventura de construir su casa hasta el final y en el responsable de la salud de esa casa, la de sus habitantes y de las consecuencias de esa casa para la salud de su entorno inmediato y el planeta.

¿Cómo se puede conseguir mayor espacio en una casa más pequeña?


Integrando usos, diseñando la verticalidad y ampliando la relación con el exterior a través de visiones amplias, por ejemplo.

El espacio donde vivimos es la superficie donde nos movemos, la “altura” en la que respiramos y algo más que la suma de estos dos.

Además de los planos de plantas (que representan sólo las superficies) también existen los planos de secciones del edificio, axonometrías, perspectivas y maquetas con las que diseñar y mostrar al cliente el nuevo espacio tridimensional de su casa.

¿Cómo puede ser una casa más confortable siendo más económica?


En la manera que permitimos pasar el sol para darnos luz sin calor en verano y calor y luz en invierno.

En la manera que se comparten y unen los espacios alentando la comunicación de sus habitantes y a la vez respetando su intimidad.

En la manera que la continuidad de estos espacios permite pasar la luz y el aire (que son gratis) a todos sus rincones.

En la manera que aprovechamos los elementos y fuerzas naturales a nuestro favor, al igual que el maestro en un arte marcial aprovecha la fuerza de su contrincante:

-Los vientos bien canalizados (junto a elementos acuáticos) pueden refrescar en verano y convertirse en energía eléctrica.

-La lluvia, bien canalizada, se puede acumular para fregar, regar, llenar las cisternas de los retretes, incluso beberse y lavar si se toman las precauciones adecuadas.

-La tierra puede pasar a formar parte de la cubierta de la casa, protegiéndola del calor y el frío y devolviendo al planeta la parcela de naturaleza robada.

-El Sol puede calentar, en invierno, aspirar el aire caliente del interior en verano, cocinar los alimentos y convertirse en energía eléctrica.

Lenguaje e imagen


La arquitectura también ha sido llamada nuestra 3ª piel. Las opciones de imagen final se exponen a debate a través de un listado de categorías diferenciadas.

Aunque, nuevamente, el lugar sigue dictando, de alguna manera la forma e imagen final de esa 3ª piel.

 ¿Cómo puede llegar a ser una casa?


Ideas, estrategias, disposiciones, elementos, nuevos lugares y nuevas concepciones para la vivienda de hoy.




Sana para los habitantes, sana para la Tierra


Podrán ver que hay grados de ecologismo para las casas.

Y que la actitud ética será la actitud más coherente:

“Ser consciente del grado de coherencia entre los recursos personales y los recursos ambientales y hacer las cosas y casas lo mejor posible”.




Si después de todo esto conseguimos orden, armonía, flujo y coherencia interna habrá abonado un terreno perfecto para que cada habitante establezca su relación particular con cada lugar de la casa, los objetos que la habitan y su propia vida.

Se convertirá en protagonista del territorio creado para él y gracias a sus códigos y maneras de vivir reconocerá en cada parte de su casa su simbolismo personal.

Al final la tierra dará a luz un nuevo ser, el Sol, la lluvia y el Viento le darán su aliento y se llamará Arquitectura.

En Valencia. Año 2001

El Arquitecto.


4.- ANTES DE DISEÑAR… REFLEXIONAR 
("Sobre el gusto en la arquitectura". Ensayo escrito en Valencia en el año 2003)

Yo, lo primero que le preguntaría a un cliente-habitante que me encargase su casa sería:

¿Queréis un objeto ecléctico, goloso en su presencia o queréis una casa con personalidad propia?

Hoy en día el mercado es tan amplio y el escaparate tan inmenso que es fácil sentirse seducido por la colocación en la propia casa de todas las formas y elementos que en algún momento nos han emocionado y pensar que si nuestra casa reúne todo eso seremos más felices. ¿Pero a quién no se le embriaga el alma al contemplar esos múltiples pueblecitos tradicionales donde todas sus casitas suelen usar los mismos tipos de materiales e incluso en un número reducido? Y pese a no ostentar tanta o más vistosa variedad, nos remiten calma, belleza y armonía.

La clave está en la “coherencia y la optimización de recursos” y no en el derroche actual que nos vende la televisión y las revistas del corazón.

Los materiales y revestimientos que suelen ofrecer los constructores o almacenistas suelen ser bonitos en sí mismos, sin embargo la presencia de todos ellos, juntos a la vez, no implica la misma belleza que suponen ellos solos como material acabado y particular. Es natural, que las empresas, concentradas en la creación de un solo producto, el suyo, le den la máxima presencia. Sin embargo, el producto, protagonista que nos ocupa a nosotros, es todo el edificio en su conjunto y no una feria exposición de todos los materiales que lo forman. Por esa razón no nos alejaremos mucho de una elección correcta del material si los supeditamos al conjunto.

Aquí es donde se establecen los “discursos” “estéticos”, fundamentales a la hora de hacer un diseño y que deben precederlo y donde el cliente y el arquitecto deben “consensuar” sus bases, antecediendo al diseño.

La trampa habitual consiste en establecer este “discurso”, el arquitecto en su soledad y el cliente “tratar de ejercer” el papel de arquitecto en sus tentadores bocetos. Estos bocetos suelen olvidar la consideración de aspectos fundamentales como las normativas legales, la integración de la estructura en las distribuciones y la relación biunívoca de las fachadas con el interior (lo contrario sostendría el siguiente pensamiento:“hago primero la distribución de tabiques y luego pinto las ventanas, y como lo que me sale no es muy agraciado pues empiezo a añadirle elementos decorativos para que parezca algo”).

Hay una infinidad de ejemplos de casas en revistas especializadas de arquitectura que demuestran que sin necesidad de “añadir” elementos no arquitectónicos se pueden conseguir resultados “divertidos” frente a la frialdad de la que se tilda a la arquitectura moderna. Entrarían a formar parte de estos elementos arquitectónicos cualquiera de necesidad constructiva, funcional y espacial. Tenemos desde la misma estructura hasta los diferentes huecos (ventanas), voladizos (viseras y toldos), juego con las sombras, los llenos, los vacíos, los planos, los materiales asociados a su función, etc. La misma presencia de los elementos constructivos se enarbola suficiente frente al último recurso “intrusionista” de la decoración (entendida como elemento extranjero, añadido al discurso que anima la arquitectura presente; otra cosa serían los maravillosos ejemplos de integración de las artes plásticas que nos ofrece la historia de la arquitectura, pintura, escultura y artesanías imbricadas en el mismo edificio).

Y esta presencia exclusiva y rotunda de elementos arquitectónicos para configurar el mosaico de fachadas e interiores es lo que nos permite nombrar a la arquitectura por su propio nombre.

Si queréis una casa con personalidad propia estáis en el camino de construiros una obra arquitectónica, no un mero alojamiento con fachadas pegadas a modo de decoración o estampas.

Si queréis una casa con personalidad propia, todos los elementos integrantes en su composición estarán en relación de tal manera que tomando al azar cualquier pareja, aunque estén alejados en posición relativa (por ejemplo, una puerta respecto al tejado o el salón respecto al aseo de otra planta) siempre habrá una consideración mutua.

La definición que hace L. Baptista Alberti (arquitecto y teórico renacentista) de la belleza es aquella que: “No se puede quitar ni añadir nada del objeto sin deterioro del todo”.

Curiosamente ocurre lo mismo en la naturaleza y sus seres.

Imaginad un bello paisaje. Probad a quitar algún elemento y comprobaréis como todo el ecosistema se viene a bajo. O con un ser en particular, por ejemplo el hombre. Si le quitáis
un ojo, no sólo se verá tuerto sino que se verá entorpecido en el desarrollo de sus
actividades diarias.

Con la arquitectura pasa lo mismo. Tendréis la certeza que vuestra casa u objeto arquitectónico está acabado en su diseño cuando al probar el examen formal de substraer o añadir algún elemento se rompe la armonía. Probad a hacerlo con los reconocidos edificios que nos ha dejado la historia de las ciudades. Pensad en cualquiera de los más conocidos popularmente. Aunque esto es más fácil de comprobar en edificios contemporáneos, donde sus elementos integrantes se limitan a lo imprescindible y por tanto es más fácil de comprobar la “insustituibilidad “de sus elementos o ausencia en sus frentes opacos o vacíos. Lo que se llama popularmente “minimalismo” no es otra cosa que la gran lección aprendida de uno de los maestros arquitectos del siglo XX, Mies Van der Rohe y que traía a colación la máxima de “menos es más” para demostrar que era en la “depuración” y “sencillez” donde se demostraba la maestría en el diseño. Conseguir resolver funciones y creación de espacios con el menor número de elementos redunda para ellos en vitalidad, fácil lectura del porqué de su existir y pureza final en el edificio.

Por otro lado la referencia que nos da el contexto histórico, lugar, climatología y medios constructivos y materiales más próximos crean el marco para saber si lo que estamos diseñando “nuevo” es “Coherente” o no lo es, si es “bello” o no.

La belleza no es sólo una cuestión de “gustos” como popularmente se admite (“sobre gustos no hay nada escrito”) sino algo más que tiene que ver con la “Coherencia intelectual y sensitiva” (“sobre gustos hay mucho escrito y está en los libros de historia del arte, estética y filosofía”).

Como intelectual consideramos la racionalidad en las progresivas decisiones.
Por ejemplo, resulta más bella la relación funcional que se establece entre una cocina próxima a un comedor que una cocina alejada. Porque es más cómodo y economiza desplazamientos.

Resulta más bella la optimización de espacio, que apenas se usa, como el de un pasillo de trasiego, minimizándolo, que un pasillo sobredimensionado si sólo se va a usar para pasar de una habitación a otra.

Otro ejemplo, “la geometría”, base y fundamento de las formas arquitectónicas: Una distribución de espacios que haga coincidir tabiques con vigas y pilares, será más meritoria y ordenada (en consideración que la geometría de los pórticos de hormigón armado tienden a disposiciones de “malla”). Una distribución de tabiques que en vez de aparecer fraccionados como un rompecabezas vengan apoyados sobre direcciones comunes o planos virtuales continuos se concebirá como “limpia” y evitará consecuentemente rincones inútiles o esquinas agresivas, además de facilitar el amueblamiento.

Como sensitiva consideramos el “Orden” y “Equilibrio” de todos los elementos arquitectónicos que pasan por los sentidos y depende, por supuesto, del discurso elegido.
Si el discurso elegido lleva de apellidos la “compacidad” de una casa frente a la “disgregación”, y lo más seguro es que si la casa no es muy grande sea la “compacidad la que la presida”, las formas caminarán hacia lo que “popularmente” se dice “parece una caja de zapatos”. Sin embargo no es más que el coherente aprovechamiento de espacios que se integran unos con otros bajo la misma envolvente. La belleza intelectual reconoce la complicada labor de conseguir que todos ellos quepan y se dejen espacios el uno al otro sin tener que roturar el mismo tejido que los rodea dando lugar a “granos” o “espacios muertos”.

Si el discurso elegido es la integración con un entorno natural primará por ejemplo, la discreción de las formas, cubiertas ajardinadas, colores similares a los del paisaje, continuación de las formas montañosas, etc.

Si el discurso es un estilo granjero americano se usaran únicamente las formas de aquel y no las nórdicas europeas, por ejemplo, mezcladas con la “balaustrada barroca/renacentista”.
Aunque, en apuesta por la coherencia, las formas más lógicas serán las que continúen lo que es un proceso histórico de la región y contexto donde se va erigir el nuevo edificio.

A veces se crean disputas entre clientes y arquitectos respecto al gusto. Y sin embargo lo que pasa es que se están confundiendo los papeles. El habitante, que es el demandante de arquitectura tiene unas necesidades y aspiraciones que concretaremos en “el que” y el arquitecto tiene los conocimientos de artesanía u oficio proyectual para dirigirlos “al como”.
Nosotros, en nuestra labor profesional siempre lo expresamos como el: - Usted me facilita todas las piezas del rompecabezas, absolutamente todas, ni unas más y ni una menos, nosotros las metemos en “la olla” y al cabo de unas semanas le “sacamos” un producto “Unitario” que de servicio a todos esos requerimientos y muchos más que ni imaginaba.

Lo que hay que plantear es si se quiere hacer Arquitectura o no. Y hacer arquitectura pasa siempre por un oficio, labor o arte de saber canalizar esos sueños que nos aprietan desde lo más hondo y quieren salir a la luz pero siempre a través del marco de lo que es Arquitectura.

Hacer Arquitectura no es pintar un cuadro o hacer una escultura o darle rienda suelta a nuestros “gustos” o “historias internas”. Arquitectura supone una modelación del paisaje, una remodelación del Universo material, más inmediato, que nos rodea y las implicaciones y consecuencias van más allá de tener el poder para levantar un edificio y el conocimiento para que no se caiga.

Hacer Arquitectura es una labor humilde de “responder” de “manera” “ordenada” a los requisitos que supone el diseño de un nuevo espacio habitacional.
“Componer es lo contrario a yuxtaponer”.

La Arquitectura supone una transformación del patrimonio visual y vital y “eso mismo” es algo que no sólo sirve a los primeros habitantes promotores y al arquitecto que tiene entre sus manos un dibujo creativo, “eso” es algo que “queda” hecho por encima de nosotros, algo que seguramente nos preceda y pase a “usar un espacio patrimonio de la naturaleza” y “ser usado” y “contemplado” por otras personas en el futuro.

Es ahí, en ese punto, donde arquitectos y habitantes, seguros de haber trazado un discurso particular para un edificio particular consideremos el mayor número de variables posibles e imaginemos el mayor número de consecuencias posibles.

Por todo esto, es importantísimo que los que estamos inmersos en la “responsabilidad” de transformar el paisaje, habitantes-clientes y arquitectos, tracemos una justa comunicación entre nosotros mismos desde el principio, en lo que es el proceso de diseño.
En definitiva, “diseñar el discurso que anteceda al edificio”, que continúe en armonía con lo que es una historia de la arquitectura y de la naturaleza, patrimonio de todos.

No obstante podríamos asumir que volvemos a entrar en un ciclo o época de eclecticismo como ocurriera en el siglo XIX. Sería otro discurso válido ¿Por qué no? Pero ¿Realmente queremos eso o tan sólo es una nueva crisis en la “fábrica” de las nuevas formas para la vivienda? Mientras, se va saliendo adelante con la mimesis, el yo quiero “lo del vecino porque no conozco otra cosa y me da miedo lo nuevo” y mientras el apabullante tráfico de los medios de comunicación nos hacen desearlo todo y por tanto querer todo lo posible en nuestras casas.

Si realmente el habitante de hoy quiere ese eclecticismo, pero siempre siendo consciente de que lo quiere, los arquitectos nos adaptaremos a este nuevo lenguaje, el no lenguaje que a la vez es “el todo lenguajes”.

Sin embargo, yo, sinceramente, no como arquitecto, sino como amante de la arquitectura, prefiero preguntar, escuchar y ver que es lo que quiere ser la Arquitectura cuando se le pregunta, al borde de la tábula rasa, de lo incierto, de lo nuevo que está por venir:

- Arquitectura, dime ¿Cómo quieres ser?

El Arquitecto


5.- EJEMPLOS DE PROYECTOS



6.- ENTREVISTA (En radio Klara. Valencia 2009)

"La vivienda ecológica, una realidad ya posible"

¿Cómo definirías la construcción sostenible?

La construcción o la arquitectura deberían incluir por definición el concepto de sostenibilidad.

Existen culturas de la tierra, también llamadas indígenas, nativas o tribales que realmente tienen una forma de construir sostenible. También podríamos afirmar que los asentamientos urbanos medianos o pequeños fueron sostenibles hasta hace un siglo aproximadamente.
La gran expansión de las ciudades desde la primera revolución industrial conoció, realmente los límites de la insostenibilidad.

En un contexto como el actual, donde las ciudades y muchos pueblos carecen de verdadera sostenibilidad, es cuando aparecen una serie de iniciativas en materia de urbanismo y arquitectura, durante las últimas décadas, que pueden considerarse el marcar de un nuevo camino. Tened en cuenta que sólo la construcción consume el 75% de los recursos mundiales y produce el 78% de los gases de efecto invernadero.
Como búsqueda de lo comedido y lo natural, en todas partes del mundo se está dando, más que una vuelta al pasado, una reinterpretación contemporánea del saber constructivo tradicional y del uso de materiales, con menos impacto medioambiental, tanto en la atmósfera como en la superficie terrestre y en sociedades tradicionales.

La construcción sostenible es una forma de construir que persigue la minimización de la huella ecológica de la construcción.

Esto significa hacer edificios que ahorren energía cuando se habitan. La energía que proceda de fuentes renovables como el sol y el viento es energía limpia y, si se ahorra, todavía mejor. Según el Informe Generación Solar de EPIA y Greenpeace sería posible para 2020 dar energía solar a 1000 millones de personas. Y en el caso de los molinos eólicos, estos pueden producir toda la energía necesaria para su fabricación en tan solo tres meses de uso.

Que los edificios ahorren energía en cuanto al transporte de las materias primas, o lo que es lo mismo, que sean locales.

Que los edificios ahorren energía en los procesos de extracción y transformación de estas materias primas.

En un primer nivel, completamente natural, se están llevando a cabo experiencias a lo largo de todo el mundo con muros de ladrillo cocido, adobe, tapia, sacos rellenos de tierra, piedra, madera, bambú e incluso balas de paja, neumáticos reutilizados o cáñamo mezclado con cal y tierra. También se están recuperando las bóvedas de cañón y las cúpulas hechas de ladrillo o adobe y todavía hay infinidad de lugares en el mundo donde se siguen utilizando cuevas como viviendas.

Este primer nivel suele ser protagonizado por iniciativas comunitarias, autoconstrucción o constructores más especializados y difíciles de encontrar, pero no por ello imposible.
Ejemplos tenemos desde las grandes estructuras de barro del Yemen en el pasado, todavía en pie y habitadas, hasta las actuales experiencias del arquitecto Nader Khalili con sacos de tierra en California. Existen multitud de viviendas unifamiliares de paja en las ciudades de Blanden (Bélgica), Disentis (Suiza), Hitzendorf (Austria), Forstmehren (Alemania); todavía se conservan las casas cuevas de Guadix, Baza, Huéscar en Andalucía y hay viviendas hechas con muros de neumáticos reciclados como la de Taos, Nuevo México (EEUU).
En un segundo nivel, entramos en la industrialización blanda con la transformación de materiales con un consumo menor de energía y reducción de emisiones de contaminantes en su elaboración. Otros valores añadidos son la empatía con nuestro organismo (que sean transpirables, ausencia de acumulación de cargas electrostáticas y ninguna emisión tóxica) y su materialidad (que sean reciclables y duraderos).

Esta nueva generación de materiales entraría a sustituir los, hasta ahora, más convencionales. Su precio se vería incrementado con respecto a los materiales que sustituyen ya que asumen los costes medioambientales, sociales y sanitarios que evitan en su fabricación y puesta en obra. Y no existiría problema para encontrar constructoras capaces de usarlos, pues las técnicas constructivas son las mismas. Es este nivel, el que más se está demandando, y en el que más experiencia se tiene en el mercado de la construcción. Los costes de la construcción total se pueden ver incrementados hasta en un 10-20% aproximadamente respecto a las propuestas convencionales. Sin embargo este precio se compensa con las prestaciones en salud que ganamos para nosotros, el medioambiente y los operarios de la construcción.

Conseguir minimizar la huella ecológica pasa también por edificios que se integren con la naturaleza, lejos de convertirse en una invasión o atentado hacia esta.
Conseguir edificios que no sólo ahorren energía sino otros elementos naturales como el bien preciado común, el agua. Estamos hablando de reutilización de aguas domésticas, de lluvias, de optimización en la cantidad de agua consumida.

Conseguir edificios que prevean la correcta gestión de los residuos en obra o los residuos domésticos.

Todos estos conceptos se materializan más tarde en toda una serie de mecanismos y diseños como son el bioclimatismo, las energías renovables, la cuidadosa elección de materiales, las conducciones de fontanería y aguas residuales, etc. Con considerar conceptos como el bioclimatismo y las energías renovables las casas podrían ahorrar hasta un 75% de lo que gastan viviendas convencionales.

Y en un lugar especial prestar gran atención a la rehabilitación de edificios.

Y en cuanto a las ciudades hablamos de incorporar criterios de diseño tales como la mezcla de usos (que convivan juntos edificios de viviendas, con comercios, oficinas, servicios, etc), densidades medias (edificios de mediana altura, ni grandes urbanizaciones de chalets, ni grandes conglomerados de rascacielos), tamaño medio (en torno a los 50.000 habitantes sería ideal), compacidad (que la ciudad no se disperse en el territorio sino que se acote), presencia de zonas verdes (tanto parques en alto número, como viales verdes, conexión entre estos parques, huertos urbanos o terrazas ajardinadas), gran desarrollo del transporte público (hay que tener en cuenta que sólo el transporte provoca el 25% de la polución atmosférica actual, viales peatonales y viales para bicicletas,
incentivación de los barrios y edificios polivalentes o híbridos, etc.

A la construcción sostenible también se le llama Bioconstrucción, arquitectura ecológica o eco-urbanismo

¿Cómo podríamos favorecer los ciudadanos un tipo de construcción más sostenible?

A mí se me ocurren dos vías.

La primera, desde nuestro papel de consumidores. Ejerciendo una actitud consciente a la hora de decidirnos a comprar una casa. Si optamos por comprarnos una casa que reúna el máximo número de criterios comentados estaremos diciéndole al mercado: Deseo una casa ecológica. Y los empresarios, sensibles a lo que dicta y desea el consumidor tendrán que responder, si quieren vender. Ya existen actualmente arquitectos comprometidos por una manera diferente de diseñar. Ya existen proveedores de materiales para la construcción más ecológicos, e incluso sanos. Y estos actores tienen perfecta cabida en muchas constructoras para hacer real el nuevo artefacto ecológico. Ejemplos en nuestra comunidad existen muy diseminados, sobretodo en el parque de viviendas unifamiliares. Algún ejemplo de querer absorber muchos conceptos por la sostenibilidad lo tenemos en la urbanización Lliri Brau en Massalfassar, en la provincia de Valencia. En nuestra ciudad tenemos un ejemplo de edificación con cubiertas ajardinadas. Se llama Espai Verd, un edificio de viviendas escalonadas que hay a la entrada norte de Valencia. En la Vall d’Uixó, en la provincia de Castellón tenemos el primer barrio ecológico de España. Este tipo de arquitectura representa lo que yo llamaría construcción sostenible industrializada. Luego tenemos ejemplos de construcción sostenible más artesanal con algunas iniciativas de construcción con balas de paja y barro en un paraje de Chiva y otro de Cheste. Cada día crecen más los ejemplos de arquitectura, diríamos “más sostenible”, pues la acepción sostenible enteramente yo la relegaría a las culturas tribales. Aquí en occidente estamos buscando ese equilibrio perdido entre naturaleza y ser humano y todavía queda mucho por hacer. Lo importante es que ya hemos empezado.

Como iba diciendo…El papel del consumidor es fundamental. En la medida que decidamos comprar viviendas construidas sobre solares libres de expropiaciones forzosas o libres de atentados a parajes de gran valor medioambiental como la huerta de Valencia, favoreceremos que la forma de construir sea más limpia. En la medida que optemos por adquirir una vivienda y reformarla y rehabilitarla, ahorraremos más expolio de recursos al planeta. En la medida que al tipo de vivienda que decidamos comprar le exijamos criterios de sostenibilidad, encontraremos más ejemplos construidos. Y todo esto pasa por algo muy importante, que es informarnos, aprender, enterarnos de cuales son realmente los criterios que marcan la diferencia entre ecológico y no ecológico. No conformarnos con que a tal vivienda le añadan cuatro cositas, le pongan la etiqueta de ecológico y nos lo creamos.
Yo animaría a volver a los barrios antiguos, a reformar, a volver a llenar de vida los pueblos, a rehabilitar pueblos abandonados y en el caso de comprar una vivienda nueva buscar un arquitecto que sepa del tema.

Y la segunda vía tiene que ver con la forma de las ciudades. La forma de las ciudades se decide desde los planes generales que sacan los ayuntamientos y estos tienen un periodo de exposición al público donde el ciudadano puede replantear cuestiones que afectan al diseño de estas. Yo animaría desde aquí a que nos motivemos a intervenir, en lo que se llama participación ciudadana. Y lo que deberíamos pedir es precisamente lo que antes comentaba sobre como deberían ser las ciudades: mezcla de usos, densidades controladas, zonas verdes, redes, de trasporte público, desarrolladas.

¿Qué balance harías de Valencia desde el punto de vista de la sostenibilidad?

Como ciudad europea, que es, tiene bastante de sostenibilidad, aunque no todo.
Lo que tiene es lo que le ha dado la historia. Vivimos en una ciudad vertical, no excesivamente grande y con gran mezcla de usos. Todavía podemos pasear por sus calles y entrar a comprar en la tienda de Fernando o acudir a la academia de Amparo. Y seguidamente en un golpe de poco tiempo llegar al trabajo desde nuestra casa.
Debería tener más zonas verdes diseminadas por los ensanches. Y seguir protegiendo la huerta circundante todo lo posible.

Debería haber conservado los pequeños pescadores del Cabañal, haber cuidado más este barrio.

Debería revitalizar el barrio del Carmen con verdadera actividad empresarial.
Debería cuidar más a los inmigrantes. El centro de internamiento para extranjeros que hay por la zona de Doctor Wasman es una auténtica cárcel para personas que sólo han cometido el delito de haber salido de sus países empobrecidos en busca de oportunidades.
Debería cuidar el cuarto mundo, barrios como el Nazaret, la Coma o Velluters.

El antiguo cauce del río Turia fue una de las mejores actuaciones de la ciudad, un verdadero vial verde que si se pudiera unir con el parque natural de la Albufera se convertiría en una verdadera zona natural, uniéndose al parque de Cabecera. Y si me permites añadir algo, diría que no sólo basta con hacer parques sino con hacerlos más pequeños y diseminados, para que el acceso a los colectivos más frágiles como los ancianos, los niños y los minusválidos, sea más fácil. Como decía el economista alemán Schumacher, lo pequeño es hermoso.

Donde no pasa el examen de sostenibilidad “social”, la ciudad, es con la intención que se tiene de los altos estamentos valencianos de prolongar la avenida Blasco Ibáñez sobre el barrio del Cabañal. Un barrio con un tejido y patrimonio histórico y con personas que no desean ser desalojadas de sus casas. Hasta la escuela de arquitectura y un gran colectivo de arquitectos han estado en contra de una medida urbanística decimonónica y trasnochada, que es la del fácil dibujo sobre el plano sin tener en cuenta la complejidad social de todo un barrio.

Passivhaus. Lecciones gráficas sobre bioclimatismo (Arquitectura sostenible)